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La vigencia del programa crítico kantiano en la época post ilustrada

La vigencia del programa crítico kantiano en la época post ilustrada

A continuación publicamos esta ponencia en el marco de la Jornada conmemorativa del 300º aniversario del nacimiento de Immanuel Kant que se desarrolló en el mes de agosto pasado.

*Rodolfo Leiva - Doctor en Filosofía Universidad Nacional del Litoral - Docente del Instituto Immanuel Kant

"La vigencia del programa crítico kantiano en la época post ilustrada.

Permítanme comenzar, en un día festivo y celebratorio como el de hoy, con un diagnóstico un tanto pesimista de nuestra realidad contemporánea. Prometo será sólo un momento, veremos necesario, para asumir el optimismo del programa ilustrado.

Hacia 2015, cuando el mundo entero se encontraba fascinado por la conectividad que brindaban las novedosas redes sociales, la posibilidad de enterarse de primera mano y en tiempo real de hechos y sucesos en todo el mundo, de compartir intereses, opiniones, hechos cotidianos o significativos de nuestra vida privada, el gran Umberto Eco sacudió este optimismo con una lapidaria lectura de las implicancias de dichas redes. En el discurso que pronunciara en la Universidad de Turín al recibir el Laurea Honoris Causa en «Comunicación y cultura de medios», denunció que «las redes sociales dan derecho a hablar a legiones de imbéciles que antes sólo hablaban en el bar después de unas copas de vino, sin dañar a la comunidad. Eran silenciados inmediatamente, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles» sentenció (Eco, 2015). Tal es, decía, «la tragedia de Internet, que ha convertido al idiota del pueblo en portador de la verdad» (Eco, 2015). No fue el primero ni, ciertamente, el último en denunciar los estragos de esta nueva cultura comunicacional. Casi una década después, docenas de ensayos explican con detalle cómo estas nuevas redes fomentan los discursos radicales, los sesgos ideológicos (tribus y burbujas identitarias), el negacionismo, los discursos conspirativos alucinados y la pseudociencia.

Dos actitudes, en apariencia contrapuestas, conviven en presente espíritu de época: el dogmatismo de quienes tan sólo aceptan la porción de realidad que confirme sus (pre)juicios y el escepticismo que quienes descreen de todas las evidencias. En este marco, ¿podría, la filosofía kantiana, orientarnos en la búsqueda de una solución superadora de estos problemas contemporáneos? La pregunta es relevante no sólo por su actualidad, sino porque también señala al corazón mismo del programa crítico kantiano, a saber, la necesidad de superar las contradicciones del dogmatismo y el escepticismo.

 En unos manuscritos inéditos titulados Los progresos de la metafísica (ca. 1793) Kant se propuso examinar sistemáticamente las raíces de su filosofía crítica, tarea esbozada fragmentariamente en sus obras anteriores (como en KrV y Prol), para determinar finalmente que su filosofía representa el momento final en el que se resuelven los estadios previos, el dogmatismo y el escepticismo. Vemos brevemente en qué consisten estos estadios.

El dogmatismo, explica el Prof. Caimi, «reconoce como única fuente del conocimiento a la razón pura [y por ende] el conocimiento de la realidad se obtiene deductivamente, por análisis de conceptos y de principios que yacen a priori en la razón» (Caimi, 1989, pp.93-4). En otras palabras, el dogmático formula sus conceptos a partir de principios que no proceden ni de la experiencia ni de otras fuentes legítimas (como la intuición sensible). Por ejemplo, la matemática no depende de la experiencia (no necesitamos manzanas para sumar o restar) pero sus conceptos son demostrables porque sus construcciones están basadas en la intuición sensible, en este caso, del tiempo. Pero el dogmático elabora sus conceptos a partir de conceptos, confía ciega y enteramente en una razón cuyos límites desconoce y entiende que «el orden de sus ideas es idéntico al orden de las cosas» (Espinoza, Ética, en Caimi, 1989, p.94), que las leyes del pensamiento son las leyes de lo real, de las cosas. Es una razón infantil, dirá Kant (KrV B789), que inevitablemente entra en contradicciones y antinomias pues liberada de la oposición que le presenta la experiencia, la realidad, puede elevar sus edificios teóricos sin ocuparse de su sustento. Kant decía esto acerca de ciertos filósofos (desde Platón a sus maestros Leibniz y Wolff) pero es aplicable en cierta medida a nuestra época, a quienes creen que la teoría es la realidad, y no una descripción arquetípica de ella. O de un modo más generalizado, quienes suponen que una «narrativa», eso que aquí se denomina «el relato», expresa con nitidez la estructura de lo real, incluso más que «lo real» mismo: «la realidad es más tozuda de lo que pensé» dijo alguna vez un presidente argentino.

 Los fracasos del dogmatismo al intentar conocer la realidad a partir de puros conceptos a priori subordinando «el orden de las cosas» al «orden de las ideas», y las contradicciones y antinomias en las que incurre en dicha empresa, lleva a la razón a descreer por completo de todo conocimiento a priori. En su desesperación, la razón pierde toda confianza en sí misma y afirma la imposibilidad de arribar a certeza alguna. Nos hallamos ahora en el terreno del escepticismo, como dirá Kant, «la doctrina de los nómades que aborrecen todo cultivo duradero» (KrV A9).

 Bajo este prisma, todo conocimiento cae bajo la sospecha de ser ilusorio, «todo lo sólido se desvanece en el aire y todo lo sagrado es profanado» (utilizando la sentencia de Marx). Así nos encontramos, ya bien entrado el siglo XXI, discutiendo la efectividad de las vacunas o si existe un calentamiento global y sentamos a dialogar a una mesa, como pares epistemológicos, a «ciencia» y «pseudociencia», a la medicina y al reiki, a las «constelaciones familiares» y a la psicología clínica.  

Estas etapas, transitorias, darían lugar al momento final en el que se resuelven estos conflictos de la razón, el momento crítico propiamente kantiano. Aquí la razón se examina a sí misma, a sus ambiciones y sus posibilidades y de dicho examen establece lo que le es dado a conocer y lo que no: así puede renunciar a ciertas pretensiones que la exceden (querer conocer la «realidad del mundo», la naturaleza del «alma», etc.) y dedicarse al conocimiento de aquello que si puede conocer legítimamente, los fenómenos que se dan a la experiencia, las leyes que puede formular (y reformular) para explicar sus comportamientos, en fin, hacer ciencia. Puede también elaborar una moral racional, puede juzgar el placer de lo bello (estética) o interrogarse acerca del modo en que proyectamos en la naturaleza nuestras propias facultades. Las legítimas restricciones de la filosofía crítica nos permiten, por tanto, ser verdaderamente libres y desarrollar nuestras potencialidades, del mismo modo que las constricciones de la vida social son las que hacen posible la verdadera humanidad del hombre (pues fuera de ellas, dirá Kant, sólo quedaría la vida animal).

Tal sería, en definitiva, la finalidad de su filosofar, alcanzar esa «mayoría de edad» que es la ilustración, aprender a servirnos de nuestra propia razón para juzgar libre y autónomamente, liberarnos de los fanatismos y la superstición y explorar, con nuestras humildes herramientas, la naturaleza.

Mucho se ha discutido si estas etapas representan métodos distintos que buscan complementase (Cf. Vaihinger) o más bien etapas históricas (Cf. Wundt), períodos de la historia de la filosofía y del propio filosofar kantiano (como etapas de su pensamiento). El Prof. Caimi propone al respecto una visión superadora: se tratarían de estadios de una historia ideal de la razón, esto es, no una historia cronológica sino filosófica de la razón, como dirá Kant, «una historia filosofante de la filosofía» (Caimi, 1989, p.92). El orden de estos estadios no es cronológico sino racional, momentos conceptuales de un sistema racional. Esta perspectiva nos invita, así, a asumir como propio al programa ilustrado, aquel ¡Sapere aude!, atrévete a pensar, con el que provocaba Kant a sus contemporáneos.

En efecto, si la resolución de la antinomia dogmatismo-escepticismo de nuestros días se encuentra en un programa racional y no en los avatares coyunturales de la historia, entonces podríamos abandonar aquel pesimismo que anunciábamos al comienzo de nuestra ponencia. Esta actitud que Kant denominaba «terrorista de la historia» (Ak VII 81), pues afirma que el género humano progresa «siempre hacia lo peor» es tan absurda como su contraria, el maniqueísmo de concebir que avanza y retrocede, dirá Kant, «de suerte que todo este juego de vaivén de nuestra especie sobre la tierra habría de ser considerado como una mera bufonada» (Ak VII 82). La verdadera evidencia de tal progreso, dirá Kant, se halla en la tendencia moral del género humano.

 Y si este corolario deja sabor a poco, déjenme aclarar: lo decía en 1797 a propósito de las esperanzas que aún abrigaba en la Revolución francesa, luego y a pesar del caos de su nacimiento, de la anarquía que sobrevino y fundamentalmente del terror jacobino. Sin embargo, decía Kant, este evento demuestra dicha tendencia moral, pues

«La revolución de un pueblo pletórico de espíritu, que estamos presenciando en nuestros días, puede triunfar o fracasar, puede acumular miserias y atrocidades … y, sin embargo, esa revolución encuentra en el ánimo de todos los espectadores una simpatía rayana en el entusiasmo que no puede tener otra causa sino la de una disposición moral en el género humano» (Ak VII 85).

Así podríamos concebir los valores revolucionarios «libertad, igualdad, fraternidad» no sólo en función de los fracasos que acumula su implementación histórica (la incapacidad de nuestras sociedades y regímenes políticos de dar respuesta a las desigualdades, la pobreza, la exclusión, la violencia, etc.) sino como la manifestación de la propia naturaleza humana y, por ende, como un objetivo irrenunciable de la razón: la ilustración y emancipación de los pueblos.

Muchas gracias."

 

 

 

Bibliografía.

Caimi, M. (1989). La metafísica de Kant. Buenos Aires: Eudeba.

Caimi, M. (Coord.). (2017). Diccionario de la filosofía crítica kantiana. Buenos Aires: Colihue.

Kant, I. (2003). El conflicto de las facultades. Madrid: Alianza.

Kant, I. (2009). Crítica de la razón pura. México: Fondo de Cultura Económica.

Kant, I. (2011). Los progresos de la metafísica desde Leibniz y Wolff. Madrid: Tecnos.

Eco, U. (2015). Umberto Eco - Internet, Social Media e Giornalismo [Video]. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=u10XGPuO3C4

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